Si hay un sitio
que combine a la perfección arte y naturaleza, ese lugar es Navarra, uno de los
máximos exponentes del arte románico español durante los siglos XI, XII y XIII.
El Reino de Navarra
gozó de gran transcendencia durante la Edad Media, a lo que hay que sumar la
influencia del Camino de Santiago, que constituyó un puntal cultural,
espiritual y artístico en el medievo. De esta forma, supuso una vía de
penetración del románico francés en la Península y todo lo que implicó, proliferando
la edificación de iglesias, catedrales, monasterios y construcciones de
carácter civil muy interesantes.
En la
configuración del estilo se pueden atisbar distintas influencias.
En primer lugar,
la castellana, que se debe a la presencia de navarros en Castilla que
entran al Reino a través de Nájera, un referente en esa época; también se
denota el influjo islámico, con motivo de la presencia musulmana en la
zona, pues la Taifa de Tudela no es reconquistada por los cristianos hasta el
año 1119; así mismo, se distingue la herencia aragonesa, pues Sancho el
de Peñalén muere en el año 1076, lo que intensifica el Alto Aragón; de igual
modo se advierte el influjo francés, ya que Navarra es el lugar de paso
entre Francia y Castilla. Y por último, se aprecia la influencia de Santiago
de Compostela, porque como ya comenté con anterioridad, Navarra es un hito
en la Ruta Jacobea.
Si algo define al
románico navarro es su encanto, pues en cualquier pueblo encontramos una
iglesia de un estilo, no carente de valor simbólico y artístico, debido a que
germina un románico rural dependiente de la corriente cualificada y oficial,
pero no por ello menos digno de mención.
Una vez he hecho
una breve referencia al estilo románico, me gustaría iniciar mi ruta por la Comunidad
Foral de Navarra y el arte que en ella se puede admirar.
Uno de los
parajes más bonitos que he visitado ha sido el municipio de Yesa, en la Sierra
de Errando, donde se alza el MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE LEYRE,
en pleno camino de Santiago aragonés. La Ruta Jacobea se hace notar en la
multitud de leyendas que surgen en torno a los distintos hitos, y Leyre no va a
ser una excepción, a cuya historia se vincula el episodio del Abad Virila (925/
938).
Virila, fue un
santo varón que se encontraba en una fuente en los aledaños del monasterio
meditando sobre el gozo de la eternidad, cuando un ruiseñor interrumpió sus
pensamientos y quedó embelesado por su canto. En un momento dado, el trino del
pájaro cesó y el abad emprendió el camino de regreso.
Cerca del
monasterio comenzó a extrañarlo todo, y lo más curioso, es que él era extraño a
todos, que no reconocían ni su aspecto, ni su relato… fue entonces cuando uno
de los monjes más ancianos recordó una historia repetida en el claustro: un
abad desaparecido en el bosque trescientos años atrás.
Esta narración
desprende una moraleja religiosa: "si el canto de un simple ave puede
entretener durante tres siglos a un hombre, ¿qué no puede hacer la luz divina
del Salvador?"
En aquel
instante, un ruiseñor entró a la abadía con un anillo en el pico y lo depositó en
el dedo de San Virila, y éste volvió a ser abad.
En cuanto al ORIGEN Y LA HISTORIA del conjunto, apuntar que Leyre es un monasterio
milenario que llegó a ser un enclave fundamental de la España reconquistada y
centro neurálgico del Reino de Pamplona.
La fecha y
contexto en que se produjo la fundación de Leyre son desconocidas. La primera
noticia histórica que poseemos del monasterio es, la visita de San Eulogio de
Córdoba en el año 848, cuando redactó una carta al obispo de Pamplona en el
851, en la que hacía referencia a su estancia en Leyre.
Estas alusiones
revelan que durante el año 844 el monasterio gozaba de cierta relevancia y
disponía de una interesante biblioteca, lo cual nos indica que la fundación fue
anterior a esa fecha. Durante los siglos IX y X, era uno de los monasterios más
importantes de la cristiandad peninsular, tutelado por la monarquía del reino
navarro, que hizo importantes donaciones.
Después de este
período de calma y prosperidad, a finales del s. X advino una época de crisis,
pues la iglesia anterior a la existente, cuyos cimientos se han excavado, fue
derruida por los ataques musulmanes de Almanzor y Abd al- Maliq. En su lugar,
durante el reinado de Sancho Garcés III el Mayor, se erigió un nuevo templo, que se consagró en el
año 1057, del que conservamos la cripta y la cabecera, pues las naves fueron
demolidas para una ampliación en el s. XII.
Otra mención
bastante concreta de la existencia del monasterio la hallamos a mediados del s.
XI. Se trata del traslado a Leyre de los restos de Nunilo y Alodia por orden
real, lo que marcaría el inicio de la devoción y el incremento de la
importancia del Leyre al recibir los vestigios de estas santas mártires, debido
al culto que se profesaba en esa época a las reliquias, especialmente en torno
al Camino de Santiago.
En el año 1076, a
la muerte de Sancho Garcés IV de Pamplona, llamado el de Peñalén, el monasterio
de Leyre se resintió, pues había sido beneficiario de la monarquía hasta ese
momento. Ante la imposibilidad de enterrar al monarca en el Monasterio de Santa
María la real de Nájera que era Panteón Real, es posible que recibiera
sepultura en Leyre.
Debido a la
ostentación de la Corona navarra, comenzaron a existir desavenencias entre
Alfonso VI de León y Sancho Ramírez de Aragón. Fue el rey aragonés quien logró
sus pretensiones y anexionó el reino de Pamplona- Nájera a sus dominios hasta
1134. En el transcurso de este tiempo, Leyre rivalizó con el Monasterio
aragonés de San Juan de la Peña, Panteón Real de la monarquía aragonesa. De
este modo, surgió un pleito que duró cien años,
para dilucidar si Leyre estaba sometido, o no, al obispado de Pamplona.
Finalmente, en el
año 1100, el Papa Pascual II emitió un dictamen en el que sometía a Pamplona a
todas las iglesias de la diócesis, nombrando explícitamente a Leyre e Irache.
Tras esta decisión, se sucederían treinta años de litigio en el que Leyre llegó
a perder su exención canónica, que constituía un pilar de su existencia. Este
enfrentamiento sumió en una profunda crisis al monasterio que arrastraría hasta
el s. XIII.
Durante esta
centuria, en Navarra se produciría un cambio dinástico de la monarquía, iniciando
su reinado la casa francesa de Champaña, con Teobaldo I, en quien se aprecia la
influencia de la orden monástica de su tierra, el císter, en detrimento de la
comunidad de Cluny, que en esa época se hallaba en declive, y que era la orden
a la que pertenecía Leyre, entre otros monasterios del Pirineo.
En este contexto,
tuvo lugar un cambio sustancial, pues en 1237, se encontraba al frente de Leyre
el abad Domingo de Mendavia, a quien se le atribuye la primera idea de una reforma
de la comunidad. El abad denunció el estado de indisciplina que afectaba a la
congregación y solicitó al Papado una mudanza en la regencia. Este proceso
culminó en 1239, cuando el monasterio pasó a estar regido por la Orden del
Císter, provocando el desacuerdo de los benedictinos, que mantuvieron durante
setenta años importantes enfrentamientos contra el Císter.
Semejante
coyuntura, generó que el conflicto fuese denominado, “luchas entre monjes
blancos y monjes negros”.
En estas fechas
tan convulsas, trescientos años después de distraerse con el trino de un
ruiseñor, debió de volver al monasterio el abad Virila, a cuya leyenda se hizo
alusión anteriormente. El calendario cisterciense de Leyre, consideraba a
Virila como un santo auténtico. Después de numerosos incidentes en el s. XIX,
sus reliquias se custodian en el monasterio.
En los aledaños
del conjunto, también es digna de mención la “Fuente de San Virila,” recomiendo
su visita. Se trata de un lugar del que mana una estrecha corriente de agua que
transmite tanta paz y serenidad como la estancia en el monasterio.
Retomando el
camino de la historia del monasterio, aludiremos a la reforma que emprendió en
la iglesia conventual la orden del Císter. En esa intervención lo más destacado
es la nueva cubierta abovedada gótica que sustituyó a la techumbre de madera a
dos aguas. Para ello, la edificación se complementó con contrafuertes
dispuestos en los muros de la nave y se erigió un arbotante al tener que elevar
la altura del recubrimiento.
Un aspecto a
destacar en la época, es que la condición interna de los monasterios era muy
precaria. Las fuentes aportan estos datos: en 1569 Leyre percibía una renta
anual de 3.000 ducados. Es una cantidad considerable si tenemos en cuenta que
la comunidad era muy reducida, la integraban diez religiosos y algunos
hermanos, pero la característica más relevante es el escaso nivel intelectual
que les definía. Es por ello que las Cortes Navarras solicitaron con urgencia
el ingreso de estos monjes en las universidades para emprender su formación.
En esta trama, en
1610 se incorporó Leyre con los demás monasterios de Navarra a la Congregación
Cisterciense de la Corona de Aragón, nuevamente con el fin de subsanar la
problemática de la deficiente cultura de sus miembros.
El antiguo
monasterio anterior al s. X amenazaba con desplomarse, y los monjes descartaron
una reforma, optaron por una construcción de nueva planta independiente de la
fábrica primitiva. Se trata del edificio en el que vive la comunidad actual. Se
inició en el año 1562, y su edificación fue lenta, finalizando en 1640.
En esta tesitura,
los monjes siguieron formándose, y la vida espiritual resurgió, lo que permitió
que Leyre recuperase parte del fulgor de épocas pasadas.
Pero nuevamente
surgieron las dificultades a lo largo del s. XIX, pues no hay que olvidar lo
convulsa que fue esa centuria para la iglesia y las órdenes religiosas,
principalmente por el proceso de desamortización que tuvo lugar.
En el caso que
nos ocupa, Leyre fue abandonado en tres ocasiones por los religiosos, que en
dos ocasiones pudieron retornar, pero la tercera fue imposible, debido a que
corría el año 1836 y se aplicó la desamortización de Mendizábal. De este modo,
el conjunto permaneció deshabitado hasta mediados del s. XX.
Durante ese lapso
de tiempo, el monasterio no fue adquirido por nadie, y fue empleado como
refugio de pastores, con las consecuencias que eso supuso, ya que el abandono y
el saqueo contribuyeron a su deterioro. Incluso los huesos de los reyes,
depositados en el Panteón Real, fueron expoliados.
Evidentemente, se
hacía necesaria la búsqueda de medidas que permitiesen la recuperación del
monasterio. En 1844, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando creó las
Comisiones De Monumentos Históricos y Artísticos, aplicando soluciones para
salvar parte del patrimonio monumental de Leyre, especialmente en lo que se
refería al Panteón Real. En 1867, se recibieron noticias de la profanación de
las sepulturas de los Reyes, por lo que determinaron trasladar sus restos a la
iglesia de Yesa.
Ese mismo año,
Leyre fue declarada Monumento Nacional, y en 1875 se reabrió el templo al
culto, aunque no fue el caso del monasterio. Los cadáveres de los reyes se
trasladaron a su emplazamiento original, donde residieron hasta 1888, fecha en
la que se iniciaron las intervenciones para mejorar el santuario. Fue en 1915,
cuando estas obras se dieron por finalizadas y depositaron nuevamente los
restos de los primeros reyes de Navarra.
El s. XX, por lo
tanto, supuso el resurgimiento de Leyre. En 1935 emprendieron excavaciones
arqueológicas a partir de los cimientos de la cripta y del templo superior.
La intención de
reconstruir el monasterio se potenció en pocos años. Fue una labor promovida
por dos personajes muy relevantes: El Conde de Rodezno, presidente de la
Diputación, y Monseñor Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona.
Este entusiasmo
posibilitó que en el año 1954, entrasen de nuevo en Leyre los benedictinos de
la Congregación de San Pedro de Solesmes, procedentes de la Abadía de Santo
Domingo de Silos. Tras este suceso,
Leyre recibió la restitución como Abadía por voluntad de la Santa Sede en 1961,
y la Diputación hizo la entrega oficial del monasterio y sus pertenencias a la orden
benedictina.
A día de hoy, la
historia que ha escrito este monasterio, permite a la comunidad cumplir el
objetivo de la vida monástica, que consiste en la renovación interior de la
persona, así como constituirse como un testigo sigiloso de Cristo, debido a la
presencia del conjunto en el escondido bosque. Un Cristo que da nombre a este
antiguo monasterio: San Salvador de Leyre.
Para
referirnos a la EMPRESA ARQUITECTÓNICA, seguiremos un orden cronológico, comentando en primer
lugar, la parte más primitiva, la cual está compuesta por la cabecera y la
torre, ambas del s. XI, un claro ejemplo del románico más sobrio.
Contemplar
estos ábsides, constituye uno de los momentos más especiales para quien admire
el arte románico. Se trata de una composición muy atractiva compuesta por tres
bloques macizos de reducidos ventanales. La torre se define por la planta
cuadrangular y otorga gran agilidad y dinamismo a la cabecera de rotundos
volúmenes.
Si
hay un elemento sobresaliente en la cabecera de la iglesia, es la CRIPTA, uno de los espacios más interesantes y singulares del románico español.
Se han aportado muchas interpretaciones acerca de este
espacio, pero la opinión más generalizada entre los arqueólogos para justificar
la presencia de esta construcción, es que se trata de una solución muy osada
para que el suelo del templo supere el desnivel del terreno y sirva como
cimientos de la iglesia, por el lado este.
Por lo que no llegó nunca a desempeñar una función funeraria.
Por lo que no llegó nunca a desempeñar una función funeraria.
Para ingresar en este área empleamos una puerta que es una construcción del románico incipiente o primer románico, la fábrica más antigua de todo el conjunto. Es por ese motivo, que a pesar de su indiscutible rudeza, se tenga como una obra muy atractiva a la par que sencilla.
Se compone de arcos de medio punto angostos, superpuestos y escalonados, que apoyan directamente en las impostas. El único emplazamiento en el que se aplicó decoración fue en dichas impostas, donde se esboza un sencillo bisel. Por lo demás, carece de todo tipo de ornamentación.
Al contemplar la cripta desde la tosca entrada, la primera impresión es la de un recinto de estructura reducida a causa de la robustez de los elementos que la componen, destacando el bosque de columnas con capiteles deferentes entre sí.
En este aspecto estético reside la originalidad de este espacio, que internamente se organizó en correspondencia estructural con la iglesia superior: tres naves longitudinales (la nave central se dividió finalmente en dos por la arcada axial central, resultando en las cuatro naves que ahora se pueden admirar.
Esta modificación influyó en el diseño del ábside central, cuyo casquete, quedó
dividido en dos de grandes dimensiones), y
dos tramos que culminan en los ábsides.
La nueva disposición de cuatro naves de otros tantos tramos añade belleza al bosque pétreo, pero disminuye la funcionalidad y dificulta las ceremonias de culto. Un aspecto que queda aún más potenciado por la división del ábside central, que desdobla la capilla mayor restando visibilidad desde las naves.

Algunos quedan definidos por enormes cimacios y van configurando un entramado de pilares de triple codillo y perpiaños muy peraltados que refuerzas naves abovedadas.
La decoración de estos capiteles es muy sencilla, a base de estrías, volutas y roleos. Temas, que por otra parte, han suscitado gran debate entre los especialistas, pues cada uno aprecia influencias de distinta índole y procedencia.
Para acceder a este espacio, las personas encargadas de la tienda abrirán la puerta al turista, pues la cripta no está abierta permanentemente. Es una forma de controlar la afluencia de visitantes y velar por la seguridad del lugar.
Durante
la construcción del nuevo monasterio durante el s. XVII, fue cegada la ventana
del primer tramo de la nave meridional y se abrió otra que comunicaba con un
pasillo abovedado que conectaba a su vez ambos costados del edificio, es el
denominado TUNEL DE SAN VIRILA.
Actualmente,
ese corredor se encuentra tapiado y en el fondo se exhibe una imagen, datada en
el s. XVII, del abad Virila.
Uno
de los espacios más sobresalientes del conjunto es la IGLESIA CONVENTUAL.
Cuando
se visita la iglesia, al adquirir por un importe de 3€ la entrada en la tienda
(que se encuentra junto a la puerta de la cripta), facilitan al visitante una
tarjeta para pasarla por un lector y abrir la puerta oeste que sirve acceso por
los pies a la iglesia, ya que en los horarios en los que no hay oficios
litúrgicos no se encuentra abierto el portón. Simplemente informo de este
detalle para que lo sepa quien tenga intención de visitar el monasterio.
Un
acceso al templo lo constituía la puerta norte, que se abría al antiguo
claustro medieval, y que es otro claro ejemplo del románico temprano: arco de
medio punto con columnas esquineras y voluminosos capiteles que sirven de
sustento a un par de arquivoltas lisas e irregulares. La decoración de los
capiteles repite la estética de la cripta.
Una
vez accedemos al templo, la jerarquía de volúmenes se hace aún más patente en
el interior: la nave mayor domina el espacio y dirige la mirada del espectador
hacia el presbiterio, punto neurálgico de cualquier templo. Las bóvedas del
ábside son de horno y las de las naves de cañón. Este recubrimiento se apoya
sobre arcos fajones que al mismo tiempo derivan el peso a pilares cruciformes
con medias columnas adosadas de esquemáticos capiteles.
Leyre antecede en construcción a los grandes ejemplos del románico de la Península: la catedral de Jaca, San Martín de Frómista, San Isidoro de León y Santiago de Compostela.
Leyre antecede en construcción a los grandes ejemplos del románico de la Península: la catedral de Jaca, San Martín de Frómista, San Isidoro de León y Santiago de Compostela.
Las obras se paralizaron en el tercer tramo, tal vez porque los canteros llegaban a la iglesia mozárabe que les había descrito en sus crónicas San Eulogio de Córdoba. Las necesidades de culto obligaban a que se mantuviera en pie la vieja fábrica en lo que erigía el templo románico.
La segunda fase se inició con la edificación de las naves y se prolongaría hasta mediados del s. XII, en consonancia con el aparejo más elaborado de los muros y la tipología más madura de los vanos.
Aún más destacada es la exquisita estructura de la puerta
meridional, que compone por seis columnas lisas con basas y capiteles que
sostienen arquivoltas baquetonadas, y dos mochetas zoomorfas sosteniendo un
tímpano con crismón. En aquel momento servía de acceso a la iglesia por el lado
sur, mientras que actualmente conecta con una capilla que se erigió en el s.
XVI.
Será
con el impulso del abad de Leache (s. XVI), que recrecieron los paramentos del
segundo empeño románico y se recubrió el espacio con cuatro tramos de bóveda de
crucería tardogótica. Para ello, fue necesario reforzar, adaptar y añadir
elementos sustentantes que absorbieran las tensiones transmitidas por los
nervios. Es muy elegante el diseño de las tracerías con sus juegos de
terceletes y ligaduras convergiendo hacia los capiteles de las columnas
adosadas al muro.
También
en esa época se agregó una capilla lateral denominada “La Capilla del Santísimo
Sacramento”, donde lo más destacado es la magnífica puerta del acceso del s.
XII y un retablo del s. XVII de las Santas Nunilo y Alodia.
Una
de las piezas más relevantes que custodia este templo es el PANTEÓN REAL, situado en un arcosolio que
cierra una verja del s. XVI y presidido por un Cristo Crucificado de hierro y
bronce, orlado por las simbólicas cadenas de Navarra.
Leyre acogió los restos de los reyes navarros, porque
este monasterio llegó a considerarse propio de las estirpe monárquica por las
relaciones tan prolíficas que mantenían con los soberanos.
Los restos de los Primeros Reyes de Navarra descansan en un sobrio arcón
neogótico de roble, con cubierta a doble vertiente, ennoblecido con herrajes historicistas.
La lista de los reyes es amplia y no exenta de controversia. A los pies, una lauda ceremonial de bronce conmemora sus nombres. A este sepulcro regresaron en el año 1915 desde la iglesia de Yesa, tras la exclaustración y el abandono del s. XIX que estaba ocasionando que el sepulcro barroco se descompusiese.

Aunque la ornamentación del conjunto es muy sobria, sí que
destacan una serie de piezas de gran valor para el culto y el arte, como por
ejemplo el denominado “Cristo de Leyre”, datado a comienzos del s. XVI y cuyo
autor es anónimo.
Esta escultura encierra una historia muy curiosa, y es que gracias a que fue escondido y encalado en un túnel pudo salvarse de los efectos de la desamortización.
Sobre
el armario de la puerta se dispone el gran órgano, el mayor de Navarra. Ha
habido con anterioridad distintos órganos, pero el que el visitante contempla
en la actualidad está fechado en 1966, y fue restaurado en el 2014.
Los
benedictinos y los cistercienses siempre han profesado una devoción particular por
la Virgen, como lo demuestra la representación de la Theotokos. Por eso la imagen de la “Madre de Dios” preside el altar mayor del
templo. Se trata de una escultura ejecutada siguiendo el patrón neorrománico,
en el que aparece la Virgen como trono del hijo, y fue esculpida por José López
Furió Labra en 1970.

Por último, hacer una breve alusión al coro contemporáneo de nogal que circunda el presbiterio y que constituye un elemento fundamental, pues rige la vida de la comunidad por la Liturgia de las Horas. Es una experiencia recomendable asistir a alguno de los oficios para ver cantar en directo a los monjes, se produce en un entorno único y con una acústica inigualable, es un canto que nos remonta a tiempos pasados.
De modo que proporciono las horas en las que se celebran estos oficios por si el visitante tiene interés de acudir.
Junto
al muro norte de la iglesia se ubicaba el monasterio de los siglos IX al XI, en
la actualidad ese espacio se ha destinado a otro uso, el de hotel- restaurante.
El PATIO DE LA HOSPEDERÍA situado
entre el templo y el antiguo monasterio, en origen fue el claustro medieval.
Este
claustro desapareció durante los años de abandono que padeció el conjunto tras
la desamortización de Mendizábal. No se conserva ningún resto, únicamente un
capitel que fue hallado durante las excavaciones en Leyre. Desde este espacio
observamos un arbotante gótico y la puerta que comunicaba el claustro con la
iglesia; de dicha puerta ya se habló con anterioridad.
Por
problemas estructurales, en el s. XVII la congregación optó por erigir un NUEVO MONASTERIO, es el que habitan a
día de hoy los religiosos.
El
estilo elegido para su construcción es el aragonés, los tres primeros pisos son
de piedra, esculpida en sillares regulares, y la cuarta altura se realizó en
ladrillo pálido, con una serie de arcadas en las que alternan las abiertas y
las ciegas. Un gran alero, corona la construcción y le presta un aire muy
monumental.
Para
concluir este recorrido por tan singular conjunto, no podía dejar de aludir a
la ESCULTURA que exhibe el
monasterio de Leyre, señalando como obra principal, la PORTA SPECIOSA, ubicada al oeste de la iglesia y datada en el s.
XII.
Es
un pórtico que supone una aportación fundamental al arte desarrollado en torno
al camino de Santiago. Por su estructura y monumentalidad los expertos atisban
la influencia del pórtico francés de Moissac.
Es probable que en su profusa ornamentación se sucedieran varios talleres, incluso que se produjese el reaprovechamiento de materiales preexistentes de otros maestros y épocas.
Es probable que en su profusa ornamentación se sucedieran varios talleres, incluso que se produjese el reaprovechamiento de materiales preexistentes de otros maestros y épocas.

Se
estructura como una arcada sostenida por un parteluz. El conjunto queda rodeado
de una corona de palmetas y el tímpano queda sostenido sobre dos mochetas
rematadas por la cabeza de un oso y de un bóvido, y lo ocupan siete figuras un
tanto hieráticas dispuestas sobre ménsulas zoomórficas.

El programa iconográfico que representa es la imagen del Salvador en la parte central, acompañado por la Virgen, San pedro y un escriba a la derecha (que para algunos podría tratarse de San Mateo).
En el lado opuesto
aparecen dos apóstoles y falta una tercera figura; podrían corresponderse con
las figuras de San Juan Evangelista, Santiago El Mayor y San Juan Bautista,
éste último está muy erosionado.
Otros tantos machones sostienen cuatro arcos repletos de esculturas: es un muestrario de los temas más característicos del románico. Un conjunto de seres antropomorfos y zoomorfos ocupan las arquivoltas: son faunos, aves, felinos, liebres, osos, etc… más múltiples figuraciones del pecado: lujuria, avaricia… Se trata del repertorio simbólico del románico que envuelve las manifestaciones, cuyas claves de interpretación veraz se perdieron a lo largo del tiempo.
Con
el desorden que aparejan las reposiciones, aparecen por las enjutas y el friso,
una figura que podría identificarse con el abad Virila, también está presente
el arcángel San Miguel sometiendo al dragón, la Transfiguración, dos ángeles
trompeteros, un par de imágenes que escenifican el martirio de Nunilo y Alodia,
una máscara monstruosa vomitando llamas, un demonio entrelazado a un alma, un
varón que sostiene un gran pez (podría tratarse de Jonás), la Visitación y la
Anunciación.

Este
pórtico queda resguardado por un tejadillo dispuesto entre dos contrafuertes.
Por encima se abre un ventanal de transición. El resto, incluido el matacán que
da la construcción un aire de fortaleza, pertenece al gótico.
BIBLIOGRAFÍA.
ALEGRE ALONSO,
Joaquín; HERNANDO GARRIDO, José Luis (2015): Monasterio de Leyre.
León: Editorial Rimpego.
CHUECA GOITIA,
Fernando. (2001): Historia de la Arquitectura Española. Edad Antigua y
Edad Media. Ávila: Coam, Fundación Cultural Santa Teresa.
MORAL, Tomás. (1997):
Leyre. Panteón Real. Pamplona: Editorial Abadía de Leyre.
VV.AA. (2005): Historia
del arte: El Prerrománico y el Románico. Vol. 6, Madrid: Salvat.
VV. AA. (2013): Pequeño
diccionario visual de términos arquitectónicos. Madrid: Cátedra.
WEBGRAFÍA.
www.arteguias.com
www.artehistoria.com
http://es.wikipedia.org
A continuación, adjunto un
glosario de términos artísticos que han aparecido a lo largo de la visita a
Leyre, por si alguien no controla en exceso el mundo del arte y le interesa tener los
conceptos un poco más claros.
v
ÁBSIDE.
Es la parte de la iglesia situada en la
cabecera. Generalmente, tiene planta semicircular, pero también puede ser
poligonal.
Suele estar cubierto por algún tipo de bóveda,
que en el románico, es de horno o de cascarón.
v ALERO.
Elemento constructivo que protege los edificios
en la parte superior, y por extensión, a la estructura sustentante de dicha
cubierta.
Sería la parte inferior del tejado que sale
fuera de la pared.
v
APAREJO.
Proviene del latín apparare, y en arquitectura o construcción pueden clasificar según
el material empleado y la disposición de las piezas.
Designa la forma o modo en que quedan colocados
los materiales en una construcción, especialmente los ladrillos y sillares.
v
ARBOTANTE.
Elemento estructural exterior con forma de medio
arco que recoge la presión en el arranque de la bóveda y la transmite a un
contrafuerte adosado a un muro de la nave lateral. Es un elemento distintivo
del gótico, junto con el arco apuntado y la bóveda de crucería.
Como arco exterior de descarga suele estar en
posición inclinada. Forma parte de la estructura gótica, pero sólo se aprecia
desde el exterior.
La parte inferior se apoya en un estribo,
contrafuerte o botarel; y la parte superior sirve se sostén, generalmente a una
bóveda de crucería.
Un pináculo corona el estribo, decorándolo,
siendo denominado aguja si es muy elevado.
v
ARCO DE MEDIO PUNTO.
Tipo de arco en el que el intradós tiene forma
de un semicírculo. Es el elemento principal de la arquitectura abovedada,
formando las de cañón.
Antiguamente, solía estar conformado por dovelas
de adobe, ladrillo o piedra.
v
ARCO FAJÓN.
Es un elemento estructural que forma parte de la
bóveda de cañón y sirve para reforzarla.
Este tipo de arco va empotrado en la estructura
y su orientación es transversal al eje de la misma. De este modo, queda
dividida en tramos.
Los hay remarcando las bóvedas de cañón y bóvedas
de arista. En el gótico se llama “arco perpiaño”, formando parte de la bóveda
de arista o crucería.
v
ARCOSOLIO.
Es un término arquitectónico aplicado a un hueco
en arco que se empezó a usar como lugar de enterramiento en las catacumbas.
Presenta forma abovedada. A partir del s. XIII
se sitúan en las paredes de las iglesias. El nicho donde se establece el
sarcófago tiene forma de arco ojival, y a partir del renacimiento, de medio
punto.
v
ARQUIVOLTA.
Se refiere a cada una de las molduras que forman
una serie de arcos concéntricos decorando el arco de las portadas medievales en
su paramento exterior, recorriendo su curva en toda su extensión y terminando
en la imposta.
Suelen arrancar de una jamba del pórtico y
terminar en la otra.
Resuelven el problema estético que presentan los
vanos en un muro grueso, evitando la sensación de túnel que puede llegar a
generar. Es común que sea adornada con relieves, según se generaliza su uso.
v
BAQUETÓN.
En arquitectura hace referencia a una moldura
gruesa, es este caso dispuesta en las arquivoltas.
También puede referirse a la columna, pues el
baquetón es cada una de las columnillas alargadas que a la vez decoran y son
estructurales, empleadas principalmente en el gótico. Se presentan rodeando un
núcleo central, dando paso a un elemento unitario que en su conjunto se conoce
como pilar fasciculado.
v
BASA.
Parte inferior de la columna, que tiene como fin
servir de apoyo al fuste, ampliando aquel, y está compuesto generalmente por
columnas.
v
BÓVEDA DE CAÑÓN.
Bóveda de superficie semicilíndrica, originada
geométricamente por una generatriz semicircular y una directriz recta. Se
empleó para cubrir espacios longitudinales como la nave de las iglesias o el
transepto.
Fue utilizada en la arquitectura romana,
prerrománica y románica.
v
BÓVEDA DE CRUCERÍA.
Es un término que proviene del latín “volta”, y
alude a un elemento constructivo superficial, generalmente elaborado por
mampostería o fábrica; los elementos que la componen trabajan por comprensión.
Poseen una forma geométrica generada por el
movimiento de un arco generatriz a lo largo de un eje, con el objetivo de
cubrir el espacio comprendido entre dos muros o una serie de pilares alineados.
En concreto, la bóveda de crucería, consiste en
una serie de arcos o nervios con función estructural. Los espacios que se
originan entre ellos constituyen los plementos, una especie de losas curvas de
piedra que sirven como relleno.
La forma y disposición de los nervios puede ser
muy variada y compleja, llegando en el gótico tardío a complejos diseños
geométricos.
Queda configurada por la intersección de dos
bóvedas de cañón apuntado. A diferencia de la bóveda de arista se caracteriza
por estar reforzada por dos o más nervios diagonales que se cruzan en la clave.
v
BÓVEDA DE HORNO.
Es la formada por un cuarto de esfera, es decir,
media cúpula. Sus proyecciones vertical y horizontal son semicirculares, por lo
que es apropiada para cubrir ábsides. Muy empleada en arquitectura romana y en
el románico.
También se denomina “bóveda de cascarón”.
v CAPITEL.
Elemento arquitectónico que se dispone en el
extremo superior de una columna, pilar o pilastra para transmitir a estas
piezas estructurales verticales las cargas que recibe del entablamento
horizontal o del arco que se apoya en él.
Además de esta misión estructural, cumple otra
de índole compositiva, pues actúa como pieza de transición entre dos partes
constructivas tan diferentes como aquellas entre las que se interpone. Hay una
enorme variedad de capiteles dependiendo de la época y estilos dominantes.
En el románico, además de un elemento
estructural, fue un instrumento didáctico de primer orden, pues su misión fue
transmitir a los fieles las enseñanzas evangélicas, las del Antiguo Testamento
y vida de los santos, por medio de representaciones figurativas de escenas
apropiadas, denominados capiteles historiados.
De ahí, que el capitel románico sea muy variado
en formas y temas decorativos.
v
CIMACIO.
Moldura curva en forma de “S” con función
estética y estructural.
Su sección se compone de dos arcos de
circunferencia enlazados tangencialmente.
En la arquitectura románica es un elemento
fundamental, pues normalmente los capiteles no se basaban en el orden clásico.
En lugar del delgado ábaco utilizado en el orden
clásico, se colocaba un grueso cimacio tallado, que hacía las veces de ábaco y
de cimacio, y servía al mismo tiempo para descargar sobre el capitel las
tensiones generadas por los arcos.
v
COLUMNA.
Elemento arquitectónico vertical y de forma
alargada que normalmente tiene funciones estructurales, aunque también puede
erigirse con fines decorativos.
De ordinario, su sección es circular, pues si es
cuadrangular sería un pilar.
La columna clásica está formada por tres
elementos: basa, fuste y capitel.
En el románico la forma clásica se abandona en favor
de formas más flexibles, con capiteles de diferentes tipos de decoración
vegetal o figurativa.
v
CRIPTA.
Espacio arquitectónico subterráneo en el que se
enterraba a los seres fallecidos.
En términos medievales, es una cámara de roca,
normalmente bajo el suelo de una iglesia.
Algunas iglesias fueron elevadas del nivel del
suelo para albergar una cripta debajo. Se encuentran generalmente ubicadas
debajo del ábside.
Muchas de nuestras iglesias poseen criptas que
remontan a épocas muy lejanas: unas son salas cuadradas, abovedadas en curva o
arista, siguiendo el método antiguo, son adornadas y a veces solamente por
fragmentos de columnas y de capiteles que imitan toscamente la arquitectura
romana. Otras son verdaderas iglesias bajo tierra, con naves, ábsides y
absidiolos.
Otro tipo de cripta, como es el caso que nos
ocupa, es aquel que nunca desempeñó una función funeraria, sino que se edificó
bajo el pavimento de la iglesia para salvar el desnivel del suelo. Por lo
tanto, tiene una función estructural, como cimentación, para el templo
superior. No es subterránea.
v
CRISMÓN.
Es como se denomina la representación más usual
del Cristograma o monograma de Cristo: XP. Dos letras griegas que son las
primeras del nombre de Cristo (Χριστός [Khristós -"el ungido"-]).
El crismón
a veces aparece acompañado de otros elementos, como las letras α (alfa)
y ω (omega), la primera y la última del alfabeto griego,
que representan a Cristo como principio y fin de las cosas.
v DINTEL.
Elemento estructural horizontal que salva a un espacio
entre dos apoyos o jambas.
Permite crear aperturas (vanos, puertas o pórticos en
los muros).
A veces el dintel no cumple una función de carga, sino
que su misión se limita a encuadrar superiormente el hueco, sobre todo si se ha
dispuesto un arco de descarga encima del dintel, que libera a éste de cualquier
carga.
En la arquitectura románica no se encuentran muchos
ejemplos de dintel propiamente dicho, aunque si es frecuente que los huecos de
las puertas se rematen en la parte superior por un tímpano alojado bajo el arco
de medio punto.
A veces, estos tímpanos no son monolíticos y su
despiece da lugar a un dintel en el que apoyan el resto de las partes. En todo
caso, soporta las piezas del tímpano, pero no la fábrica superior descargada
por el arco.
v ENJUTA.
Superficie delimitada por el extradós (o trasdós) de un
arco y el alfiz que lo enmarca.
Por extensión, se pueden llamar enjutas a las
superficies angulares curvas comprendidas entre el arco y un rectángulo
imaginario que lo contenga.
v
ESTRÍA.
Acanaladura que separa una moldura de los
elementos adyacentes.
v
HERRAJE.
Alude a un conjunto de piezas de hierro o acero
con las que se adorna o refuerza un artefacto, como una puerta, un cofre…
v IMPOSTA.
Saliente que separa los diferentes pisos de un
edificio.
En este caso concreto, marca la línea divisoria
entre un elemento arquitectónico que sustenta (columna, pilar o muro) y otro
sustentado (arco o bóveda). Es esta última razón por la que a veces se denomina
“línea de imposta” (líneas molduradas horizontales).
En el caso de los arcos, la imposta es la parte
decorativa que enlaza el elemento sustentador vertical con la curva del arco.
Ubicado a la altura del salmer. El salmer cumple las funciones de soporte y
recibe la carga.
La imposta es el ornamento desde el que suele
arrancar el arco, y por sí misma, no es capaz de sustentar las estructuras de
cubrición.
v
MACHÓN.
Pilar de piedra, de sillería o ladrillo que se
labra a trechos en las paredes de mampostería para fortificarlas.
v
MAMPOSTERÍA.
Sistema tradicional de construcción que
consiste en erigir muros y paramentos
mediante la colocación manual de los elementos o los materiales que los
componen (ladrillos, bloques de cemento prefabricados, piedras, etc).
v
MÉNSULA.
Cualquier elemento estructural en voladizo.
Existen dos Tipos.
-
Ménsulas
cortas: pequeños salientes que sirven de soporte para algún otro elemento, como
el arranque de un marco, balcón o cubierta.
-
Ménsula
larga: también llamadas “voladizos”. Elementos constructivos que por su
longitud horizontal funcionan como una viga, es decir, a flexión.
Solían estar ornamentadas. En el s. XIII el
motivo fundamental era el follaje, pasando a las figuras alegóricas en los
siglos XIV y XV.
v
MOCHETA.
Es un elemento sobresaliente en el ángulo
superior de una puerta en donde se apoya un dintel o tímpano.
En la arquitectura románica, fue muy utilizada,
cubriendo los dos ángulos de las puertas de acceso a los templos, esmerándose
en la creatividad y riqueza de los temas decorativos, al ser el lugar principal
de acceso desde el espacio profano al sagrado.
v
PARTELUZ.
Es un elemento arquitectónico sustentante, en
forma de columna o pilar, que se dispone en el centro del vano de un arco,
“partiendo la luz de ese vano”, es decir, dividiéndolos en dos.
Habitualmente, se dispone bajo el tímpano en un
pórtico o formando parte de su ventanal.
Si está situado en un pórtico, puede estar
adornado con una figura, usualmente de iconografía religiosa.
v
PERALTADO.
Hace referencia a la acción de dar a una bóveda
o cúpula más altura que la mitad de su diámetro.
En concreto, nos referiremos al arco peraltado.
A partir de la forma básica de arco con un solo centro, se pueden distinguir
algunas variantes del arco de medio punto.
Se trata de un arco ampliado mediante la
inclusión de dovelas colocadas por encima de las líneas de imposta. Es muy
característico del prerrománico, concretamente del arte asturiano.
v
PERPIAÑO.
Parpaing en francés, o perpetaneus en latín, que significa “ininterrumpido”.
Sillar o piedra que atraviesa o alcanza todo un
muro o pared de un lado a otro.
Podríamos hablar del arco perpiaño. Se trata de
un arco estructural que se suele emplear en ciertas bóvedas como concentración
de empujes. Mientras que el arco toral, que es de medio punto, realiza las
mismas funciones estructurales en las bóvedas de medio cañón, el perpiaño es generalmente
un arco apuntado, que se apareja junto con la fábrica de la bóveda.
Resaltado a manera de cincho en la parte
inferior del cañón de una nave.
Es muy empleada en las bóvedas de arista de la
arquitectura gótica, y equivale al arco fajón del románico.
v
PILAR.
Elemento estructural alargado, normalmente
vertical, destinado a recibir cargas para trasmitirlas al terreno mediante la
cimentación.
Tiene sección transversal poligonal, a
diferencia de la columna que la tiene circular y es menos robusta por lo
general.
El pilar más empleado en el románico fue el de
sección cuadrada, aunque fue adoptando diferentes formas: la más frecuente fue
la cruciforme (de cruz griega) y aún más, el cruciforme con semicolumnas
embebidas para recoger los arcos y sus dobladuras.
v
PLANTA.
Representación de un cuerpo sobre un plano
horizontal. Se obtiene sobre la proyección paralela, perpendicular al plano
proyectante horizontal, por tanto, sin perspectiva.
Se trata de un dibujo técnico que representa en
proyección ortogonal y a escala, una sección horizontal de un edificio.
En el románico, la planta generalmente utilizada
es la basilical, con naves longitudinales paralelas (1, 3 ó 5). Sin transepto y
normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.
También se emplea la planta de cruz latina. A la
disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta
(transepto), con lo que el resultado era de cruz latina. La cabecera también
podía ser absidal. Sin embargo, las iglesias de peregrinación y otros templos
poseían una cabecera más compleja formada por una capilla mayor rodeada de una
girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaban y a la que
abrirían capillas radiales.
Otro ejemplo de planta es la circular o
poligonal, aunque son menos frecuentes.
Normalmente, son templos al servicio de las
órdenes militares participantes en las Cruzadas, como Templarios o Caballeros
del Santo Sepulcro, por parecerse al Templo de Salomón o al Santo Sepulcro de
Jerusalén, respectivamente.
Otra planta es la de cruz griega, formada por
dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro.
v
PRESBITERIO.
Espacio que en un templo o catedral católicos,
precede al altar mayor.
Hasta el Concilio Vaticano II estaba reservado
al clero, incluso pudiendo separarse con algún elemento. Puede estar destinado
al coro también.
En el románico y el gótico, que aquí nos ocupa,
es el tramo de nave que une la capilla absidal con la nave o el crucero.
v
ROLEO.
Motivo decorativo realizado mediante elementos enrollados
que se pueden disponer, pintados o esculpidos, en capiteles, dinteles, lienzos
exteriores de los muros, recubrimiento de monumentos o manuscritos iluminados,
conteniendo fundamentalmente elementos vegetales y, a veces, animales o
figuras.
Aparecieron en la antigua Grecia, pero se dieron
posteriormente en el arte romano, visigodo, románico, renacimiento (sobre todo
en el plateresco), clasicismo…
v
SILLAR.
Piedra labrada por varias de sus caras,
generalmente, en forma de paralelepípedo, y que forma parte de las obras de
fábrica.
Los sillares pequeños o que están tallados
toscamente se llaman “sillarejo”. Cuando se colocan sin argamasa, mortero o
cemento que los una, se denomina “sillería en seco”.
v
TERCELETE.
Es cada uno de los nervios (o arcos) de una
bóveda de crucería compleja (propias del gótico tardío) que va desde cada uno
de los ángulos de apoyo (donde se une con los nervios o arcos diagonales) hasta
las claves secundarias de la bóveda, dado que en esta bóveda hay varias claves
de bóveda (habitualmente destacadas por un florón o un pinjante) uniéndose de
dos en dos para formar un nervio secundario denominado “ligadura”, que va hasta
la nave central.
v
THEOTOKOS.
En una palabra griega que designa a “La Madre de
Dios”. Es el título que la iglesia cristiana temprana le dio a María en el
Concilio de Éfeso (431) en referencia a su maternidad divina.
En arte, es la denominación de un tipo
icnográfico de la Virgen en el arte bizantino, en el que aparece entronizada
con el Niño Jesús en su regazo, mirando ambos al frente, en actitud hierática.
En este modelo se basa otro característico del románico: La Maiestas Mariae
(Majestad de María o suprema alteza en los cielos).
v
TÍMPANO.
Espacio delimitado entre el dintel y las
arquivoltas de la fachada de una iglesia o el arco de una puerta o ventana.
En el románico y el gótico, aparece delimitado
por el dintel y las arquivoltas, y desarrolla escenas y motivos religiosos con
carácter didáctico.
v
TRACERÍA.
Es un elemento decorativo en piedra, y en
ocasiones en madera, formado por combinaciones de figuras geométricas. En el
gótico, primitivamente, la tracería se encuentra destinada a coronar ventanas y
arcos, posteriormente pasan a articular rosetones, bóvedas, gabletes y
pináculos; o a cubrir superficies murales planas como la del coro.
v
VOLUTA.
Ornamento característico, en forma de espiral,
que forma los ángulos del capitel de la columna jónica principalmente, y que
más tarde fueron incorporadas a los órdenes corintio y compuesto.
Se ha sugerido que este motivo decorativo estaba
inspirado en la curva de los cuernos de los carneros, en la forma de la concha
de los caracoles, o derivaba de la espiral natural del óvulo de una especie
común de tréboles, nativos de Grecia.
También se emplearía en estilos posteriores,
como el renacimiento, barroco o neoclasicismo.