miércoles, 14 de diciembre de 2016

ESCAPADA A NAVARRA I. MONASTERIO DE LEYRE



Si hay un sitio que combine a la perfección arte y naturaleza, ese lugar es Navarra, uno de los máximos exponentes del arte románico español durante los siglos XI, XII y XIII.

El Reino de Navarra gozó de gran transcendencia durante la Edad Media, a lo que hay que sumar la influencia del Camino de Santiago, que constituyó un puntal cultural, espiritual y artístico en el medievo. De esta forma, supuso una vía de penetración del románico francés en la Península y todo lo que implicó, proliferando la edificación de iglesias, catedrales, monasterios y construcciones de carácter civil muy interesantes.

En la configuración del estilo se pueden atisbar distintas influencias.

En primer lugar, la castellana, que se debe a la presencia de navarros en Castilla que entran al Reino a través de Nájera, un referente en esa época; también se denota el influjo islámico, con motivo de la presencia musulmana en la zona, pues la Taifa de Tudela no es reconquistada por los cristianos hasta el año 1119; así mismo, se distingue la herencia aragonesa, pues Sancho el de Peñalén muere en el año 1076, lo que intensifica el Alto Aragón; de igual modo se advierte el influjo francés, ya que Navarra es el lugar de paso entre Francia y Castilla. Y por último, se aprecia la influencia de Santiago de Compostela, porque como ya comenté con anterioridad, Navarra es un hito en la Ruta Jacobea.

Si algo define al románico navarro es su encanto, pues en cualquier pueblo encontramos una iglesia de un estilo, no carente de valor simbólico y artístico, debido a que germina un románico rural dependiente de la corriente cualificada y oficial, pero no por ello menos digno de mención.

Una vez he hecho una breve referencia al estilo románico, me gustaría iniciar mi ruta por la Comunidad Foral de Navarra y el arte que en ella se puede admirar.




Uno de los parajes más bonitos que he visitado ha sido el municipio de Yesa, en la Sierra de Errando, donde se alza el MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE LEYRE, en pleno camino de Santiago aragonés. La Ruta Jacobea se hace notar en la multitud de leyendas que surgen en torno a los distintos hitos, y Leyre no va a ser una excepción, a cuya historia se vincula el episodio del Abad Virila (925/ 938).

Virila, fue un santo varón que se encontraba en una fuente en los aledaños del monasterio meditando sobre el gozo de la eternidad, cuando un ruiseñor interrumpió sus pensamientos y quedó embelesado por su canto. En un momento dado, el trino del pájaro cesó y el abad emprendió el camino de regreso.

Cerca del monasterio comenzó a extrañarlo todo, y lo más curioso, es que él era extraño a todos, que no reconocían ni su aspecto, ni su relato… fue entonces cuando uno de los monjes más ancianos recordó una historia repetida en el claustro: un abad desaparecido en el bosque trescientos años atrás.

Esta narración desprende una moraleja religiosa: "si el canto de un simple ave puede entretener durante tres siglos a un hombre, ¿qué no puede hacer la luz divina del Salvador?"
En aquel instante, un ruiseñor entró a la abadía con un anillo en el pico y lo depositó en el dedo de San Virila, y éste volvió a ser abad.

En cuanto al ORIGEN Y LA HISTORIA  del conjunto, apuntar que Leyre es un monasterio milenario que llegó a ser un enclave fundamental de la España reconquistada y centro neurálgico del Reino de Pamplona.

La fecha y contexto en que se produjo la fundación de Leyre son desconocidas. La primera noticia histórica que poseemos del monasterio es, la visita de San Eulogio de Córdoba en el año 848, cuando redactó una carta al obispo de Pamplona en el 851, en la que hacía referencia a su estancia en Leyre.

Estas alusiones revelan que durante el año 844 el monasterio gozaba de cierta relevancia y disponía de una interesante biblioteca, lo cual nos indica que la fundación fue anterior a esa fecha. Durante los siglos IX y X, era uno de los monasterios más importantes de la cristiandad peninsular, tutelado por la monarquía del reino navarro, que hizo importantes donaciones.

Después de este período de calma y prosperidad, a finales del s. X advino una época de crisis, pues la iglesia anterior a la existente, cuyos cimientos se han excavado, fue derruida por los ataques musulmanes de Almanzor y Abd al- Maliq. En su lugar, durante el reinado de Sancho Garcés III el Mayor, se  erigió un nuevo templo, que se consagró en el año 1057, del que conservamos la cripta y la cabecera, pues las naves fueron demolidas para una ampliación en el s. XII.

Otra mención bastante concreta de la existencia del monasterio la hallamos a mediados del s. XI. Se trata del traslado a Leyre de los restos de Nunilo y Alodia por orden real, lo que marcaría el inicio de la devoción y el incremento de la importancia del Leyre al recibir los vestigios de estas santas mártires, debido al culto que se profesaba en esa época a las reliquias, especialmente en torno al Camino de Santiago.

En el año 1076, a la muerte de Sancho Garcés IV de Pamplona, llamado el de Peñalén, el monasterio de Leyre se resintió, pues había sido beneficiario de la monarquía hasta ese momento. Ante la imposibilidad de enterrar al monarca en el Monasterio de Santa María la real de Nájera que era Panteón Real, es posible que recibiera sepultura en Leyre.

Debido a la ostentación de la Corona navarra, comenzaron a existir desavenencias entre Alfonso VI de León y Sancho Ramírez de Aragón. Fue el rey aragonés quien logró sus pretensiones y anexionó el reino de Pamplona- Nájera a sus dominios hasta 1134. En el transcurso de este tiempo, Leyre rivalizó con el Monasterio aragonés de San Juan de la Peña, Panteón Real de la monarquía aragonesa. De este modo, surgió un pleito que duró cien años,  para dilucidar si Leyre estaba sometido, o no, al obispado de Pamplona.

Finalmente, en el año 1100, el Papa Pascual II emitió un dictamen en el que sometía a Pamplona a todas las iglesias de la diócesis, nombrando explícitamente a Leyre e Irache. Tras esta decisión, se sucederían treinta años de litigio en el que Leyre llegó a perder su exención canónica, que constituía un pilar de su existencia. Este enfrentamiento sumió en una profunda crisis al monasterio que arrastraría hasta el s. XIII.

Durante esta centuria, en Navarra se produciría un cambio dinástico de la monarquía, iniciando su reinado la casa francesa de Champaña, con Teobaldo I, en quien se aprecia la influencia de la orden monástica de su tierra, el císter, en detrimento de la comunidad de Cluny, que en esa época se hallaba en declive, y que era la orden a la que pertenecía Leyre, entre otros monasterios del Pirineo.

En este contexto, tuvo lugar un cambio sustancial, pues en 1237, se encontraba al frente de Leyre el abad Domingo de Mendavia, a quien se le atribuye la primera idea de una reforma de la comunidad. El abad denunció el estado de indisciplina que afectaba a la congregación y solicitó al Papado una mudanza en la regencia. Este proceso culminó en 1239, cuando el monasterio pasó a estar regido por la Orden del Císter, provocando el desacuerdo de los benedictinos, que mantuvieron durante setenta años importantes enfrentamientos contra el Císter.

Semejante coyuntura, generó que el conflicto fuese denominado, “luchas entre monjes blancos y monjes negros”.

En estas fechas tan convulsas, trescientos años después de distraerse con el trino de un ruiseñor, debió de volver al monasterio el abad Virila, a cuya leyenda se hizo alusión anteriormente. El calendario cisterciense de Leyre, consideraba a Virila como un santo auténtico. Después de numerosos incidentes en el s. XIX, sus reliquias se custodian en el monasterio.

En los aledaños del conjunto, también es digna de mención la “Fuente de San Virila,” recomiendo su visita. Se trata de un lugar del que mana una estrecha corriente de agua que transmite tanta paz y serenidad como la estancia en el monasterio.

Retomando el camino de la historia del monasterio, aludiremos a la reforma que emprendió en la iglesia conventual la orden del Císter. En esa intervención lo más destacado es la nueva cubierta abovedada gótica que sustituyó a la techumbre de madera a dos aguas. Para ello, la edificación se complementó con contrafuertes dispuestos en los muros de la nave y se erigió un arbotante al tener que elevar la altura del recubrimiento.

Un aspecto a destacar en la época, es que la condición interna de los monasterios era muy precaria. Las fuentes aportan estos datos: en 1569 Leyre percibía una renta anual de 3.000 ducados. Es una cantidad considerable si tenemos en cuenta que la comunidad era muy reducida, la integraban diez religiosos y algunos hermanos, pero la característica más relevante es el escaso nivel intelectual que les definía. Es por ello que las Cortes Navarras solicitaron con urgencia el ingreso de estos monjes en las universidades para emprender su formación.

En esta trama, en 1610 se incorporó Leyre con los demás monasterios de Navarra a la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón, nuevamente con el fin de subsanar la problemática de la deficiente cultura de sus miembros.

El antiguo monasterio anterior al s. X amenazaba con desplomarse, y los monjes descartaron una reforma, optaron por una construcción de nueva planta independiente de la fábrica primitiva. Se trata del edificio en el que vive la comunidad actual. Se inició en el año 1562, y su edificación fue lenta, finalizando en 1640.

En esta tesitura, los monjes siguieron formándose, y la vida espiritual resurgió, lo que permitió que Leyre recuperase parte del fulgor de épocas pasadas.

Pero nuevamente surgieron las dificultades a lo largo del s. XIX, pues no hay que olvidar lo convulsa que fue esa centuria para la iglesia y las órdenes religiosas, principalmente por el proceso de desamortización que tuvo lugar.

En el caso que nos ocupa, Leyre fue abandonado en tres ocasiones por los religiosos, que en dos ocasiones pudieron retornar, pero la tercera fue imposible, debido a que corría el año 1836 y se aplicó la desamortización de Mendizábal. De este modo, el conjunto permaneció deshabitado hasta mediados del s. XX.

Durante ese lapso de tiempo, el monasterio no fue adquirido por nadie, y fue empleado como refugio de pastores, con las consecuencias que eso supuso, ya que el abandono y el saqueo contribuyeron a su deterioro. Incluso los huesos de los reyes, depositados en el Panteón Real, fueron expoliados.

Evidentemente, se hacía necesaria la búsqueda de medidas que permitiesen la recuperación del monasterio. En 1844, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando creó las Comisiones De Monumentos Históricos y Artísticos, aplicando soluciones para salvar parte del patrimonio monumental de Leyre, especialmente en lo que se refería al Panteón Real. En 1867, se recibieron noticias de la profanación de las sepulturas de los Reyes, por lo que determinaron trasladar sus restos a la iglesia de Yesa.

Ese mismo año, Leyre fue declarada Monumento Nacional, y en 1875 se reabrió el templo al culto, aunque no fue el caso del monasterio. Los cadáveres de los reyes se trasladaron a su emplazamiento original, donde residieron hasta 1888, fecha en la que se iniciaron las intervenciones para mejorar el santuario. Fue en 1915, cuando estas obras se dieron por finalizadas y depositaron nuevamente los restos de los primeros reyes de Navarra.

El s. XX, por lo tanto, supuso el resurgimiento de Leyre. En 1935 emprendieron excavaciones arqueológicas a partir de los cimientos de la cripta y del templo superior.

La intención de reconstruir el monasterio se potenció en pocos años. Fue una labor promovida por dos personajes muy relevantes: El Conde de Rodezno, presidente de la Diputación, y Monseñor Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona.
Este entusiasmo posibilitó que en el año 1954, entrasen de nuevo en Leyre los benedictinos de la Congregación de San Pedro de Solesmes, procedentes de la Abadía de Santo Domingo de Silos.  Tras este suceso, Leyre recibió la restitución como Abadía por voluntad de la Santa Sede en 1961, y la Diputación hizo la entrega oficial del monasterio y sus pertenencias a la orden benedictina.

A día de hoy, la historia que ha escrito este monasterio, permite a la comunidad cumplir el objetivo de la vida monástica, que consiste en la renovación interior de la persona, así como constituirse como un testigo sigiloso de Cristo, debido a la presencia del conjunto en el escondido bosque. Un Cristo que da nombre a este antiguo monasterio: San Salvador de Leyre.

Para referirnos a la EMPRESA ARQUITECTÓNICA, seguiremos un orden cronológico, comentando en primer lugar, la parte más primitiva, la cual está compuesta por la cabecera y la torre, ambas del s. XI, un claro ejemplo del románico más sobrio.                                                                                                                     




Contemplar estos ábsides, constituye uno de los momentos más especiales para quien admire el arte románico. Se trata de una composición muy atractiva compuesta por tres bloques macizos de reducidos ventanales. La torre se define por la planta cuadrangular y otorga gran agilidad y dinamismo a la cabecera de rotundos volúmenes.

Si hay un elemento sobresaliente en la cabecera de la iglesia, es la CRIPTA, uno de los espacios más interesantes y singulares del románico español.


Se han aportado muchas interpretaciones acerca de este espacio, pero la opinión más generalizada entre los arqueólogos para justificar la presencia de esta construcción, es que se trata de una solución muy osada para que el suelo del templo supere el desnivel del terreno y sirva como cimientos de la iglesia, por el lado este. 

Por lo que no llegó nunca a desempeñar una función funeraria.




Para ingresar en este área empleamos una puerta que es una construcción del románico incipiente o primer románico, la fábrica más antigua de todo el conjunto. Es por ese motivo, que a pesar de su indiscutible rudeza, se tenga como una obra muy atractiva a la par que sencilla.





Se compone de arcos de medio punto angostos, superpuestos y escalonados, que apoyan directamente en las impostas. El único emplazamiento en el que se aplicó decoración fue en dichas impostas, donde se esboza un sencillo bisel. Por lo demás, carece de todo tipo de ornamentación.   

Al contemplar la cripta desde la tosca entrada, la primera impresión es la de un recinto de estructura reducida a causa de la robustez de los elementos que la componen, destacando el bosque de columnas con capiteles deferentes entre sí. 

En este aspecto estético reside la originalidad de este espacio, que internamente se organizó en correspondencia estructural con la iglesia superior: tres naves longitudinales (la nave central se dividió finalmente en dos por la arcada axial central, resultando en las cuatro naves que ahora se pueden admirar. 


Esta modificación influyó en el diseño del ábside central, cuyo casquete, quedó dividido en dos de grandes dimensiones), y dos tramos que culminan en los ábsides.


La nueva disposición de cuatro naves de otros tantos tramos añade belleza al bosque pétreo, pero disminuye la funcionalidad y dificulta las ceremonias de culto. Un aspecto que queda aún más potenciado por la división del ábside central, que desdobla la capilla mayor restando visibilidad desde las naves.





Los grandes capiteles sostienen la carga que genera la cabecera del templo. Son todos diferentes entre sí en cuanto a tamaño y ornamentación.


















Algunos quedan definidos por enormes cimacios y van configurando un entramado de pilares de triple codillo y perpiaños muy peraltados que refuerzas naves abovedadas. 

La decoración de estos capiteles es muy sencilla, a base de estrías, volutas y roleos. Temas, que por otra parte, han suscitado gran debate entre los especialistas, pues cada uno aprecia influencias de distinta índole y procedencia. 

Para acceder a este espacio, las personas encargadas de la tienda abrirán la puerta al turista, pues la cripta no está abierta permanentemente. Es una forma de controlar la afluencia de visitantes y velar por la seguridad del lugar.


Durante la construcción del nuevo monasterio durante el s. XVII, fue cegada la ventana del primer tramo de la nave meridional y se abrió otra que comunicaba con un pasillo abovedado que conectaba a su vez ambos costados del edificio, es el denominado TUNEL DE SAN VIRILA.

Actualmente, ese corredor se encuentra tapiado y en el fondo se exhibe una imagen, datada en el s. XVII, del abad Virila.

Uno de los espacios más sobresalientes del conjunto es la IGLESIA CONVENTUAL.

Cuando se visita la iglesia, al adquirir por un importe de 3€ la entrada en la tienda (que se encuentra junto a la puerta de la cripta), facilitan al visitante una tarjeta para pasarla por un lector y abrir la puerta oeste que sirve acceso por los pies a la iglesia, ya que en los horarios en los que no hay oficios litúrgicos no se encuentra abierto el portón. Simplemente informo de este detalle para que lo sepa quien tenga intención de visitar el monasterio.

Un acceso al templo lo constituía la puerta norte, que se abría al antiguo claustro medieval, y que es otro claro ejemplo del románico temprano: arco de medio punto con columnas esquineras y voluminosos capiteles que sirven de sustento a un par de arquivoltas lisas e irregulares. La decoración de los capiteles repite la estética de la cripta.

Una vez accedemos al templo, la jerarquía de volúmenes se hace aún más patente en el interior: la nave mayor domina el espacio y dirige la mirada del espectador hacia el presbiterio, punto neurálgico de cualquier templo. Las bóvedas del ábside son de horno y las de las naves de cañón. Este recubrimiento se apoya sobre arcos fajones que al mismo tiempo derivan el peso a pilares cruciformes con medias columnas adosadas de esquemáticos capiteles.


Leyre antecede en construcción a los grandes ejemplos del románico de la Península: la catedral de Jaca, San Martín de Frómista, San Isidoro de León y Santiago de Compostela.



Las obras se paralizaron en el tercer tramo, tal vez porque los canteros llegaban a la iglesia mozárabe que les había descrito en sus crónicas San Eulogio de Córdoba. Las necesidades de culto obligaban a que se mantuviera en pie la vieja fábrica en lo que erigía el templo románico.

La segunda fase se inició con la edificación de las naves y se prolongaría hasta mediados del s. XII, en consonancia con el aparejo más elaborado de los muros y la tipología más madura de los vanos. 


Aún más destacada es la exquisita estructura de la puerta meridional, que compone por seis columnas lisas con basas y capiteles que sostienen arquivoltas baquetonadas, y dos mochetas zoomorfas sosteniendo un tímpano con crismón. En aquel momento servía de acceso a la iglesia por el lado sur, mientras que actualmente conecta con una capilla que se erigió en el s. XVI.

Será con el impulso del abad de Leache (s. XVI), que recrecieron los paramentos del segundo empeño románico y se recubrió el espacio con cuatro tramos de bóveda de crucería tardogótica. Para ello, fue necesario reforzar, adaptar y añadir elementos sustentantes que absorbieran las tensiones transmitidas por los nervios. Es muy elegante el diseño de las tracerías con sus juegos de terceletes y ligaduras convergiendo hacia los capiteles de las columnas adosadas al muro.

También en esa época se agregó una capilla lateral denominada “La Capilla del Santísimo Sacramento”, donde lo más destacado es la magnífica puerta del acceso del s. XII y un retablo del s. XVII de las Santas Nunilo y Alodia.




Una de las piezas más relevantes que custodia este templo es el PANTEÓN REAL, situado en un arcosolio que cierra una verja del s. XVI y presidido por un Cristo Crucificado de hierro y bronce, orlado por las simbólicas cadenas de Navarra.







Leyre acogió los restos de los reyes navarros, porque este monasterio llegó a considerarse propio de las estirpe monárquica por las relaciones tan prolíficas que mantenían con los soberanos.

Los restos de los Primeros Reyes de Navarra descansan en un sobrio arcón neogótico de roble, con cubierta a doble vertiente, ennoblecido con herrajes historicistas.



La lista de los reyes es amplia y no exenta de controversia. A los pies, una lauda ceremonial de bronce conmemora sus nombres. A este sepulcro regresaron en el año 1915 desde la iglesia de Yesa, tras la exclaustración y el abandono del s. XIX que estaba ocasionando que el sepulcro barroco se descompusiese.





Aunque la ornamentación del conjunto es muy sobria, sí que destacan una serie de piezas de gran valor para el culto y el arte, como por ejemplo el denominado “Cristo de Leyre”, datado a comienzos del s. XVI y cuyo autor es anónimo. 





Esta escultura encierra una historia muy curiosa, y es que gracias a que fue escondido y encalado en un túnel pudo salvarse de los efectos de la desamortización.

Sobre el armario de la puerta se dispone el gran órgano, el mayor de Navarra. Ha habido con anterioridad distintos órganos, pero el que el visitante contempla en la actualidad está fechado en 1966, y fue restaurado en el 2014.

Los benedictinos y los cistercienses siempre han profesado una devoción particular por la Virgen, como lo demuestra la representación de la Theotokos. Por eso la imagen de la  “Madre de Dios” preside el altar mayor del templo. Se trata de una escultura ejecutada siguiendo el patrón neorrománico, en el que aparece la Virgen como trono del hijo, y fue esculpida por José López Furió Labra en 1970.






Por último, hacer una breve alusión al coro contemporáneo de nogal que circunda el presbiterio y que constituye un elemento fundamental, pues rige la vida de la comunidad por la Liturgia de las Horas. Es una experiencia recomendable asistir a alguno de los oficios para ver cantar en directo a los monjes, se produce en un entorno único y con una acústica inigualable, es un canto que nos remonta a tiempos pasados. 



De modo que proporciono las horas en las que se celebran estos oficios por si el visitante tiene interés de acudir.

Junto al muro norte de la iglesia se ubicaba el monasterio de los siglos IX al XI, en la actualidad ese espacio se ha destinado a otro uso, el de hotel- restaurante. El PATIO DE LA HOSPEDERÍA situado entre el templo y el antiguo monasterio, en origen fue el claustro medieval.

Este claustro desapareció durante los años de abandono que padeció el conjunto tras la desamortización de Mendizábal. No se conserva ningún resto, únicamente un capitel que fue hallado durante las excavaciones en Leyre. Desde este espacio observamos un arbotante gótico y la puerta que comunicaba el claustro con la iglesia; de dicha puerta ya se habló con anterioridad.

Por problemas estructurales, en el s. XVII la congregación optó por erigir un NUEVO MONASTERIO, es el que habitan a día de hoy los religiosos.

El estilo elegido para su construcción es el aragonés, los tres primeros pisos son de piedra, esculpida en sillares regulares, y la cuarta altura se realizó en ladrillo pálido, con una serie de arcadas en las que alternan las abiertas y las ciegas. Un gran alero, corona la construcción y le presta un aire muy monumental.

Para concluir este recorrido por tan singular conjunto, no podía dejar de aludir a la ESCULTURA que exhibe el monasterio de Leyre, señalando como obra principal, la PORTA SPECIOSA, ubicada al oeste de la iglesia y datada en el s. XII.



Es un pórtico que supone una aportación fundamental al arte desarrollado en torno al camino de Santiago. Por su estructura y monumentalidad los expertos atisban la influencia del pórtico francés de Moissac.



Es probable que en su profusa ornamentación se sucedieran varios talleres, incluso que se produjese el reaprovechamiento de materiales preexistentes de otros maestros y épocas. 




Algunos especialistas en arte barajan la posibilidad de que participase en la ejecución del conjunto de capiteles y arquivoltas el Maestro Esteban, que también se le localiza trabajando en la “Portada del Perdón” de San Isidoro de León y en la “Fachada de las Platerías” de la catedral de Compostela. Este artista pudo llegar a Pamplona con el séquito del depuesto obispo Diego Peláez, interviniendo en la fábrica de la catedral románica.

Se estructura como una arcada sostenida por un parteluz. El conjunto queda rodeado de una corona de palmetas y el tímpano queda sostenido sobre dos mochetas rematadas por la cabeza de un oso y de un bóvido, y lo ocupan siete figuras un tanto hieráticas dispuestas sobre ménsulas zoomórficas.




El programa iconográfico que representa es la imagen del Salvador en la parte central, acompañado por la Virgen, San pedro y un escriba a la derecha (que para algunos podría tratarse de San Mateo). 
En el lado opuesto aparecen dos apóstoles y falta una tercera figura; podrían corresponderse con las figuras de San Juan Evangelista, Santiago El Mayor y San Juan Bautista, éste último está muy erosionado.     





Otros tantos machones sostienen cuatro arcos repletos de esculturas: es un muestrario de los temas más característicos del románico. Un conjunto de seres antropomorfos y zoomorfos ocupan las arquivoltas: son faunos, aves, felinos, liebres, osos, etc… más múltiples figuraciones del pecado: lujuria, avaricia… Se trata del repertorio simbólico del románico que envuelve las manifestaciones, cuyas claves de interpretación veraz se perdieron a lo largo del tiempo.


Con el desorden que aparejan las reposiciones, aparecen por las enjutas y el friso, una figura que podría identificarse con el abad Virila, también está presente el arcángel San Miguel sometiendo al dragón, la Transfiguración, dos ángeles trompeteros, un par de imágenes que escenifican el martirio de Nunilo y Alodia, una máscara monstruosa vomitando llamas, un demonio entrelazado a un alma, un varón que sostiene un gran pez (podría tratarse de Jonás), la Visitación y la Anunciación.

Tres columnas a cada lado portan capiteles decorados con rostros entre diseños vegetales, cuadrúpedos, personajes en cuclillas y las aves picoteándose las patas, un distintivo en el arte de Esteban. En el tambor de la columna central se representa a cuatro personajes sentados.


Este pórtico queda resguardado por un tejadillo dispuesto entre dos contrafuertes. Por encima se abre un ventanal de transición. El resto, incluido el matacán que da la construcción un aire de fortaleza, pertenece al gótico.




          BIBLIOGRAFÍA.


ALEGRE ALONSO, Joaquín; HERNANDO GARRIDO, José Luis (2015): Monasterio de Leyre. León: Editorial Rimpego.

CHUECA GOITIA, Fernando. (2001): Historia de la Arquitectura Española. Edad Antigua y Edad Media. Ávila: Coam, Fundación Cultural Santa Teresa.

MORAL, Tomás. (1997): Leyre. Panteón Real. Pamplona: Editorial Abadía de Leyre.

VV.AA. (2005): Historia del arte: El Prerrománico y el Románico. Vol. 6, Madrid: Salvat.


VV. AA. (2013): Pequeño diccionario visual de términos arquitectónicos. Madrid: Cátedra.


          WEBGRAFÍA.

www.arteguias.com
www.artehistoria.com 
http://es.wikipedia.org








A continuación, adjunto un glosario de términos artísticos que han aparecido a lo largo de la visita a Leyre, por si alguien no controla en exceso el mundo del arte y le interesa tener los conceptos un poco más claros.


  v  ÁBSIDE.

Es la parte de la iglesia situada en la cabecera. Generalmente, tiene planta semicircular, pero también puede ser poligonal.
Suele estar cubierto por algún tipo de bóveda, que en el románico, es de horno o de cascarón.

  v  ALERO.
Elemento constructivo que protege los edificios en la parte superior, y por extensión, a la estructura sustentante de dicha cubierta.
Sería la parte inferior del tejado que sale fuera de la pared.

  v  APAREJO.

Proviene del latín apparare, y en arquitectura o construcción pueden clasificar según el material empleado y la disposición de las piezas.
Designa la forma o modo en que quedan colocados los materiales en una construcción, especialmente los ladrillos y sillares.

  v  ARBOTANTE.

Elemento estructural exterior con forma de medio arco que recoge la presión en el arranque de la bóveda y la transmite a un contrafuerte adosado a un muro de la nave lateral. Es un elemento distintivo del gótico, junto con el arco apuntado y la bóveda de crucería.
Como arco exterior de descarga suele estar en posición inclinada. Forma parte de la estructura gótica, pero sólo se aprecia desde el exterior.
La parte inferior se apoya en un estribo, contrafuerte o botarel; y la parte superior sirve se sostén, generalmente a una bóveda de crucería.
Un pináculo corona el estribo, decorándolo, siendo denominado aguja si es muy elevado.

  v  ARCO DE MEDIO PUNTO.

Tipo de arco en el que el intradós tiene forma de un semicírculo. Es el elemento principal de la arquitectura abovedada, formando las de cañón.
Antiguamente, solía estar conformado por dovelas de adobe, ladrillo o piedra.

  v  ARCO FAJÓN.

Es un elemento estructural que forma parte de la bóveda de cañón y sirve para reforzarla.
Este tipo de arco va empotrado en la estructura y su orientación es transversal al eje de la misma. De este modo, queda dividida en tramos.
Los hay remarcando las bóvedas de cañón y bóvedas de arista. En el gótico se llama “arco perpiaño”, formando parte de la bóveda de arista o crucería.

  v  ARCOSOLIO.

Es un término arquitectónico aplicado a un hueco en arco que se empezó a usar como lugar de enterramiento en las catacumbas.
Presenta forma abovedada. A partir del s. XIII se sitúan en las paredes de las iglesias. El nicho donde se establece el sarcófago tiene forma de arco ojival, y a partir del renacimiento, de medio punto.

  v  ARQUIVOLTA.

Se refiere a cada una de las molduras que forman una serie de arcos concéntricos decorando el arco de las portadas medievales en su paramento exterior, recorriendo su curva en toda su extensión y terminando en la imposta.
Suelen arrancar de una jamba del pórtico y terminar en la otra.
Resuelven el problema estético que presentan los vanos en un muro grueso, evitando la sensación de túnel que puede llegar a generar. Es común que sea adornada con relieves, según se generaliza su uso.

  v  BAQUETÓN.

En arquitectura hace referencia a una moldura gruesa, es este caso dispuesta en las arquivoltas.
También puede referirse a la columna, pues el baquetón es cada una de las columnillas alargadas que a la vez decoran y son estructurales, empleadas principalmente en el gótico. Se presentan rodeando un núcleo central, dando paso a un elemento unitario que en su conjunto se conoce como pilar fasciculado.

  v  BASA.

Parte inferior de la columna, que tiene como fin servir de apoyo al fuste, ampliando aquel, y está compuesto generalmente por columnas.

  v  BÓVEDA DE CAÑÓN.

Bóveda de superficie semicilíndrica, originada geométricamente por una generatriz semicircular y una directriz recta. Se empleó para cubrir espacios longitudinales como la nave de las iglesias o el transepto.
Fue utilizada en la arquitectura romana, prerrománica y románica.

  v  BÓVEDA DE CRUCERÍA.

Es un término que proviene del latín “volta”, y alude a un elemento constructivo superficial, generalmente elaborado por mampostería o fábrica; los elementos que la componen trabajan por comprensión.
Poseen una forma geométrica generada por el movimiento de un arco generatriz a lo largo de un eje, con el objetivo de cubrir el espacio comprendido entre dos muros o una serie de pilares alineados.
En concreto, la bóveda de crucería, consiste en una serie de arcos o nervios con función estructural. Los espacios que se originan entre ellos constituyen los plementos, una especie de losas curvas de piedra que sirven como relleno.
La forma y disposición de los nervios puede ser muy variada y compleja, llegando en el gótico tardío a complejos diseños geométricos.
Queda configurada por la intersección de dos bóvedas de cañón apuntado. A diferencia de la bóveda de arista se caracteriza por estar reforzada por dos o más nervios diagonales que se cruzan en la clave.

  v  BÓVEDA DE HORNO.

Es la formada por un cuarto de esfera, es decir, media cúpula. Sus proyecciones vertical y horizontal son semicirculares, por lo que es apropiada para cubrir ábsides. Muy empleada en arquitectura romana y en el románico.
También se denomina “bóveda de cascarón”.

  v   CAPITEL.

Elemento arquitectónico que se dispone en el extremo superior de una columna, pilar o pilastra para transmitir a estas piezas estructurales verticales las cargas que recibe del entablamento horizontal o del arco que se apoya en él.
Además de esta misión estructural, cumple otra de índole compositiva, pues actúa como pieza de transición entre dos partes constructivas tan diferentes como aquellas entre las que se interpone. Hay una enorme variedad de capiteles dependiendo de la época y estilos dominantes.
En el románico, además de un elemento estructural, fue un instrumento didáctico de primer orden, pues su misión fue transmitir a los fieles las enseñanzas evangélicas, las del Antiguo Testamento y vida de los santos, por medio de representaciones figurativas de escenas apropiadas, denominados capiteles historiados.
De ahí, que el capitel románico sea muy variado en formas y temas decorativos.

  v  CIMACIO.

Moldura curva en forma de “S” con función estética y estructural.
Su sección se compone de dos arcos de circunferencia enlazados tangencialmente.
En la arquitectura románica es un elemento fundamental, pues normalmente los capiteles no se basaban en el orden clásico.
En lugar del delgado ábaco utilizado en el orden clásico, se colocaba un grueso cimacio tallado, que hacía las veces de ábaco y de cimacio, y servía al mismo tiempo para descargar sobre el capitel las tensiones generadas por los arcos.

  v  COLUMNA.

Elemento arquitectónico vertical y de forma alargada que normalmente tiene funciones estructurales, aunque también puede erigirse con fines decorativos.
De ordinario, su sección es circular, pues si es cuadrangular sería un pilar.
La columna clásica está formada por tres elementos: basa, fuste y capitel.
En el románico la forma clásica se abandona en favor de formas más flexibles, con capiteles de diferentes tipos de decoración vegetal o figurativa.

  v  CRIPTA.

Espacio arquitectónico subterráneo en el que se enterraba a los seres fallecidos.
En términos medievales, es una cámara de roca, normalmente bajo el suelo de una iglesia.
Algunas iglesias fueron elevadas del nivel del suelo para albergar una cripta debajo. Se encuentran generalmente ubicadas debajo del ábside.
Muchas de nuestras iglesias poseen criptas que remontan a épocas muy lejanas: unas son salas cuadradas, abovedadas en curva o arista, siguiendo el método antiguo, son adornadas y a veces solamente por fragmentos de columnas y de capiteles que imitan toscamente la arquitectura romana. Otras son verdaderas iglesias bajo tierra, con naves, ábsides y absidiolos.
Otro tipo de cripta, como es el caso que nos ocupa, es aquel que nunca desempeñó una función funeraria, sino que se edificó bajo el pavimento de la iglesia para salvar el desnivel del suelo. Por lo tanto, tiene una función estructural, como cimentación, para el templo superior. No es subterránea.

v  CRISMÓN.

Es como se denomina la representación más usual del Cristograma o monograma de Cristo: XP. Dos letras griegas que son las primeras del nombre de Cristo (Χριστός [Khristós -"el ungido"-]).
El crismón a veces aparece acompañado de otros elementos, como las letras α (alfa) y ω (omega), la primera y la última del alfabeto griego, que representan a Cristo como principio y fin de las cosas.

  v  DINTEL.

Elemento estructural horizontal que salva a un espacio entre dos apoyos o jambas.
Permite crear aperturas (vanos, puertas o pórticos en los muros).
A veces el dintel no cumple una función de carga, sino que su misión se limita a encuadrar superiormente el hueco, sobre todo si se ha dispuesto un arco de descarga encima del dintel, que libera a éste de cualquier carga.
En la arquitectura románica no se encuentran muchos ejemplos de dintel propiamente dicho, aunque si es frecuente que los huecos de las puertas se rematen en la parte superior por un tímpano alojado bajo el arco de medio punto.
A veces, estos tímpanos no son monolíticos y su despiece da lugar a un dintel en el que apoyan el resto de las partes. En todo caso, soporta las piezas del tímpano, pero no la fábrica superior descargada por el arco.

  v  ENJUTA.

Superficie delimitada por el extradós (o trasdós) de un arco y el alfiz que lo enmarca.
Por extensión, se pueden llamar enjutas a las superficies angulares curvas comprendidas entre el arco y un rectángulo imaginario que lo contenga.

  v  ESTRÍA.

Acanaladura que separa una moldura de los elementos adyacentes.

  v  HERRAJE.

Alude a un conjunto de piezas de hierro o acero con las que se adorna o refuerza un artefacto, como una puerta, un cofre…

  v  IMPOSTA.

Saliente que separa los diferentes pisos de un edificio.
En este caso concreto, marca la línea divisoria entre un elemento arquitectónico que sustenta (columna, pilar o muro) y otro sustentado (arco o bóveda). Es esta última razón por la que a veces se denomina “línea de imposta” (líneas molduradas horizontales).
En el caso de los arcos, la imposta es la parte decorativa que enlaza el elemento sustentador vertical con la curva del arco. Ubicado a la altura del salmer. El salmer cumple las funciones de soporte y recibe la carga.
La imposta es el ornamento desde el que suele arrancar el arco, y por sí misma, no es capaz de sustentar las estructuras de cubrición.

  v  MACHÓN.

Pilar de piedra, de sillería o ladrillo que se labra a trechos en las paredes de mampostería para fortificarlas. 

  v  MAMPOSTERÍA.

Sistema tradicional de construcción que consiste  en erigir muros y paramentos mediante la colocación manual de los elementos o los materiales que los componen (ladrillos, bloques de cemento prefabricados, piedras, etc).

  v  MÉNSULA.

Cualquier elemento estructural en voladizo. Existen dos Tipos.
-          Ménsulas cortas: pequeños salientes que sirven de soporte para algún otro elemento, como el arranque de un marco, balcón o cubierta.
-          Ménsula larga: también llamadas “voladizos”. Elementos constructivos que por su longitud horizontal funcionan como una viga, es decir, a flexión.
Solían estar ornamentadas. En el s. XIII el motivo fundamental era el follaje, pasando a las figuras alegóricas en los siglos XIV y XV.

  v  MOCHETA.

Es un elemento sobresaliente en el ángulo superior de una puerta en donde se apoya un dintel o tímpano.
En la arquitectura románica, fue muy utilizada, cubriendo los dos ángulos de las puertas de acceso a los templos, esmerándose en la creatividad y riqueza de los temas decorativos, al ser el lugar principal de acceso desde el espacio profano al sagrado.

  v  PARTELUZ.

Es un elemento arquitectónico sustentante, en forma de columna o pilar, que se dispone en el centro del vano de un arco, “partiendo la luz de ese vano”, es decir, dividiéndolos en dos.
Habitualmente, se dispone bajo el tímpano en un pórtico o formando parte de su ventanal.
Si está situado en un pórtico, puede estar adornado con una figura, usualmente de iconografía religiosa.

  v  PERALTADO.

Hace referencia a la acción de dar a una bóveda o cúpula más altura que la mitad de su diámetro.
En concreto, nos referiremos al arco peraltado. A partir de la forma básica de arco con un solo centro, se pueden distinguir algunas variantes del arco de medio punto.
Se trata de un arco ampliado mediante la inclusión de dovelas colocadas por encima de las líneas de imposta. Es muy característico del prerrománico, concretamente del arte asturiano.

  v  PERPIAÑO.

Parpaing en francés, o perpetaneus en latín, que significa “ininterrumpido”.
Sillar o piedra que atraviesa o alcanza todo un muro o pared de un lado a otro.
Podríamos hablar del arco perpiaño. Se trata de un arco estructural que se suele emplear en ciertas bóvedas como concentración de empujes. Mientras que el arco toral, que es de medio punto, realiza las mismas funciones estructurales en las bóvedas de medio cañón, el perpiaño es generalmente un arco apuntado, que se apareja junto con la fábrica de la bóveda.
Resaltado a manera de cincho en la parte inferior del cañón de una nave.
Es muy empleada en las bóvedas de arista de la arquitectura gótica, y equivale al arco fajón del románico.

  v  PILAR.

Elemento estructural alargado, normalmente vertical, destinado a recibir cargas para trasmitirlas al terreno mediante la cimentación.
Tiene sección transversal poligonal, a diferencia de la columna que la tiene circular y es menos robusta por lo general.
El pilar más empleado en el románico fue el de sección cuadrada, aunque fue adoptando diferentes formas: la más frecuente fue la cruciforme (de cruz griega) y aún más, el cruciforme con semicolumnas embebidas para recoger los arcos y sus dobladuras.

  v  PLANTA.

Representación de un cuerpo sobre un plano horizontal. Se obtiene sobre la proyección paralela, perpendicular al plano proyectante horizontal, por tanto, sin perspectiva.
Se trata de un dibujo técnico que representa en proyección ortogonal y a escala, una sección horizontal de un edificio.
En el románico, la planta generalmente utilizada es la basilical, con naves longitudinales paralelas (1, 3 ó 5). Sin transepto y normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.
También se emplea la planta de cruz latina. A la disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta (transepto), con lo que el resultado era de cruz latina. La cabecera también podía ser absidal. Sin embargo, las iglesias de peregrinación y otros templos poseían una cabecera más compleja formada por una capilla mayor rodeada de una girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaban y a la que abrirían capillas radiales.
Otro ejemplo de planta es la circular o poligonal, aunque son menos frecuentes.
Normalmente, son templos al servicio de las órdenes militares participantes en las Cruzadas, como Templarios o Caballeros del Santo Sepulcro, por parecerse al Templo de Salomón o al Santo Sepulcro de Jerusalén, respectivamente.
Otra planta es la de cruz griega, formada por dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro.

  v  PRESBITERIO.

Espacio que en un templo o catedral católicos, precede al altar mayor.
Hasta el Concilio Vaticano II estaba reservado al clero, incluso pudiendo separarse con algún elemento. Puede estar destinado al coro también.
En el románico y el gótico, que aquí nos ocupa, es el tramo de nave que une la capilla absidal con la nave o el crucero.

  v  ROLEO.

Motivo decorativo realizado mediante elementos enrollados que se pueden disponer, pintados o esculpidos, en capiteles, dinteles, lienzos exteriores de los muros, recubrimiento de monumentos o manuscritos iluminados, conteniendo fundamentalmente elementos vegetales y, a veces, animales o figuras.
Aparecieron en la antigua Grecia, pero se dieron posteriormente en el arte romano, visigodo, románico, renacimiento (sobre todo en el plateresco), clasicismo…

  v  SILLAR.

Piedra labrada por varias de sus caras, generalmente, en forma de paralelepípedo, y que forma parte de las obras de fábrica.
Los sillares pequeños o que están tallados toscamente se llaman “sillarejo”. Cuando se colocan sin argamasa, mortero o cemento que los una, se denomina “sillería en seco”.

  v  TERCELETE.

Es cada uno de los nervios (o arcos) de una bóveda de crucería compleja (propias del gótico tardío) que va desde cada uno de los ángulos de apoyo (donde se une con los nervios o arcos diagonales) hasta las claves secundarias de la bóveda, dado que en esta bóveda hay varias claves de bóveda (habitualmente destacadas por un florón o un pinjante) uniéndose de dos en dos para formar un nervio secundario denominado “ligadura”, que va hasta la nave central.

  v  THEOTOKOS.

En una palabra griega que designa a “La Madre de Dios”. Es el título que la iglesia cristiana temprana le dio a María en el Concilio de Éfeso (431) en referencia a su maternidad divina.
En arte, es la denominación de un tipo icnográfico de la Virgen en el arte bizantino, en el que aparece entronizada con el Niño Jesús en su regazo, mirando ambos al frente, en actitud hierática. En este modelo se basa otro característico del románico: La Maiestas Mariae (Majestad de María o suprema alteza en los cielos).

  v  TÍMPANO.
Espacio delimitado entre el dintel y las arquivoltas de la fachada de una iglesia o el arco de una puerta o ventana.
En el románico y el gótico, aparece delimitado por el dintel y las arquivoltas, y desarrolla escenas y motivos religiosos con carácter didáctico.

  v  TRACERÍA.

Es un elemento decorativo en piedra, y en ocasiones en madera, formado por combinaciones de figuras geométricas. En el gótico, primitivamente, la tracería se encuentra destinada a coronar ventanas y arcos, posteriormente pasan a articular rosetones, bóvedas, gabletes y pináculos; o a cubrir superficies murales planas como la del coro.

  v  VOLUTA.

Ornamento característico, en forma de espiral, que forma los ángulos del capitel de la columna jónica principalmente, y que más tarde fueron incorporadas a los órdenes corintio y compuesto.
Se ha sugerido que este motivo decorativo estaba inspirado en la curva de los cuernos de los carneros, en la forma de la concha de los caracoles, o derivaba de la espiral natural del óvulo de una especie común de tréboles, nativos de Grecia.
También se emplearía en estilos posteriores, como el renacimiento, barroco o neoclasicismo.